¿Vives apurado?

Ser capaz de hacer muchas cosas a la vez es útil y posiblemente una indicación de lo bien entrenado que está nuestro cerebro. Sin embargo, sigue siendo muy estresante tener siempre algo que hacer. Después de todo, todos hemos experimentado o sospechado las consecuencias de esta hiperactividad. Estrés, aumento de la presión, dificultad para dormir, inmune débil…

¿Es hora de probar y disfrutar, al menos por un tiempo, de la inacción?

El movimiento lento

Hay toda una escuela de gente que, como reacción a la percepción de nuestro tiempo, que dice que siempre debemos estar ocupados y que cuanto más rápido es mejor, sugiere la importancia de bajar el ritmo y la velocidad. La filosofía de esta escuela es tratar de disfrutar lo que hacemos, con el objetivo de hacerlo lo mejor que podamos y no tan rápido como podamos. Así que eventualmente seremos más eficientes, cometeremos menos errores y estaremos más agradecidos por lo que hacemos.

¿Tengo prisa?

Hay algunas señales que nos ayudarán a sospechar que probablemente somos adictos a la velocidad. Veamos cuáles son:

Intentamos hacer muchas cosas diferentes al mismo tiempo.

No es una buena idea. Eventualmente, terminamos cometiendo más errores y completando nuestros proyectos en más tiempo del que necesitaríamos si tratáramos de hacer cada uno por separado.

Estamos constantemente enfermos o cansados.

Así es como nuestro cuerpo nos dice que no aguanta las velocidades que adoptamos. Necesitamos frenar para darnos tiempo de recargar las pilas y recuperarnos.

Olvidamos

Corremos tanto que en vez de vivir nuestra vida la corremos. El resultado es que todo se vuelve borroso y confuso. No es improbable que no recordemos lo que desayunamos, olvidemos nuestras obligaciones o incluso lo que queremos decir.

¿Cómo «soltamos» los ritmos?

Adoptamos un hobby «lento»

La jardinería, el yoga, el tejido, la lectura y la pintura nos enseñan a no apresurarnos, sino a disfrutar de los procesos lentos. Además, contribuyen al cultivo y mantenimiento de nuestra paz interior. No olvidemos que al seguir tales actividades, ahorramos energía y no nos cansamos demasiado.

caminamos despacio

Pasear al ritmo que nos gusta, sin correr para alcanzarnos pero disfrutando del proceso, nos ayuda a relajarnos, a estar en contacto con la naturaleza y con nosotros mismos.

Sacamos el reloj

Si con el tiempo conseguimos ser menos compulsivos, veremos una gran diferencia. Intentemos, por ejemplo, no poner alarma el fin de semana o no llevar reloj en vacaciones y al mismo tiempo olvidarnos de la frase “el tiempo es oro”, al menos los días que no estemos trabajando.

meditamos

Si conseguimos gastar aunque sea 5΄ cada día con la mente completamente vacía de todo, el beneficio será significativo. Buscamos un lugar tranquilo, nos sentamos, cerramos los ojos, respiramos hondo, aguantamos 3˝ y exhalamos un poco más, 5˝, para relajarnos. La investigación ha demostrado que 15΄ meditación por día baja la presión arterial, dolores de cabeza, y aumenta la serotonina, el neurotransmisor asociado con el buen humor.

Disfrutamos

Puede sonar divertido, pero ¿cuándo fue la última vez que realmente nos sentamos y disfrutamos de algo? Tomemos, por ejemplo, nuestro café. ¿Cuándo la disfrutamos sin beberla mecánica y apresuradamente para despertarnos y trabajar más tarde?

Deja un comentario